Ileane Tolosa Virgüéz
¿Realidades poseídas?
Echaremos una mirada a dos aspectos reales de la
realidad: eclosión del mundo digital y la situación país. Fácilmente se pudiese
afirmar que son realidades “poseídas o endemoniadas”, y es normal. Porque lo
que se sale del control puede ser controlado “por alguna fuerza maligna” que
busca distorsionar y dañar hasta eliminar.
Entonces
toca asirse de datos y herramientas que ayuden a volver a tomar el control. Y
para eso, lo primero es reconocer el miedo, nombrarlo y controlarlo. Porque
mucha información negativa se tiene sobre el internet, por ejemplo, y es ahí
donde considero se abre una rendija para que desde la Educación se eduque,
valga la redundancia, cómo abordar y captar la realidad, sí, desde sus
múltiples aristas y no desde un pretendido único enfoque que minimiza hasta el
extremo. Mirar el internet desde Dios, es algo así como lo que afirma el
sacerdote Antonio Spadaro: “Actualmente,
Internet es ya una realidad que forma parte de la vida cotidiana. Si bien hasta
hace algún tiempo asociábamos la Red a algo muy «frío» o técnico, que exigía
conocimientos específicos, hoy es un lugar al que acudimos para entrar en
contacto con los amigos que viven lejos, para las noticias, para comprar un
libro o hacer la reserva de un viaje, para un intercambio de intereses e
ideas.” Sólo una mirada positiva, cambia
la percepción y otea posibilidades. No es negar el mal uso o abuso que existe y
es real, sino engranarlo con lo propio de la educación y redireccionar para
bien de la sociedad.
De igual manera hoy en Venezuela, como en cada
época, todos los aspectos del acontecer nacional son tocados por lo que sucede
a diario en la realidad, sea desde lo histórico o desde lo trascendental. La
educación especialmente no es ajena ni indiferente a tal situación. No es ajena
porque justamente en y desde la educación se fragua el horizonte posible para
toda cultura y sociedad, por ende, en su naturaleza no cabe la indiferencia.
Sufre lo que sufre la sociedad y más, pero también se gloría en cada destello
que surge como posibilidad de algo nuevo y distinto.
Aunque presenciemos un momento en el que se le
viene exigiendo a la educación, por activa y por pasiva, que entre en la
carrera de la actualización tecnológica y digital, también somos conscientes de
las resistencias que entraña por décadas. Porque sencillamente la novedad se
nos aporta más como desconocido e ignorado, y eso asusta. Por tanto, pide la
necesaria toma de conciencia del estado en que está e intentar asumir la
necesidad de cambio o transformación. Y luego del tiempo de pandemia los actos en
consecuencia con esta toma de conciencia han sido con pasos acelerados. Se nos
impuso la realidad.
Hay que reconocer que la educación ha estado entre
jardines, sepulcros y orillas como respuestas a determinados momentos
históricos, pero que eso no implica el establecerlos como hitos monolíticos e
inamovibles. Precisamente siendo
educación, se vale de lo que es y tiene para llevar de la mano e indicar a cada
quien el modo de ser personas cada vez mejores tanto en cuanto se vuelven
aporte acorde a las circunstancias y en perspectiva propositiva. En medio de una crisis económica compleja
como la que vivimos, plantearse el sentido de Educar evangelizando hasta en el
mundo digital suena como a misión restauradora.
Sí, quizá parecida a la que inició y animó Francisco el de Asís. Y como él, muchos otros, que en la historia
se han aportado para recuperar el valor entrañable de la humanidad, es decir,
su razón de ser. Ser hermanos dando forma a la comunión, sueño de Dios.
El
contexto actual no ha dejado de golpear, y sin misericordia, el ámbito
educativo y su misión humanizadora. Un consecutivo empeño en degradar a niveles
mínimos la labor y dignidad de quienes tienen en sus manos la hermosa tarea de
formar los ciudadanos que el país necesita para su funcionamiento y
desarrollo. Degradación que no sólo
trastoca el aspecto económico, sino que ya de por sí incide en todo lo que
conforma el mundo relacional y de fácil acceso o no a las nuevas tecnologías. Ahora, siguen surgiendo preguntas de cara a
familias y educadores vapuleados, pero resistiendo confiados en la gracia de
Dios, por ejemplo: ¿Cómo hacer atractiva la oferta educativa en un entorno así?
¿Qué herramientas facilitar a educadores y familia para canalizar la
restauración necesaria en la educación hoy? ¿Qué alianzas pueden hacer real el
acceso a lo tecnológico y no conformarnos con estar entre los excluidos? Y
desde la tarea pastoral, ¿Cómo hacer visible y creíble la persona de Jesús y su
proyecto también en nuestros centros educativos mientras se incorporan al mundo
digital? Inquietudes que crecen con la
clara conciencia de que “en
realidad, y a pesar de lo que pueda parecer, Internet no tiene nada que ver con
las conducciones de agua o de gas. No es algo técnico, no es un conjunto de
cables, hilos, módem y ordenador. Sería un error confundir la «realidad» y la
«experiencia» de Internet con la infraestructura tecnológica que la hace
posible. Sería, por poner un ejemplo, como reducir el hogar doméstico (home)
al edificio en que vive la familia (house).”
Para los venezolanos en Venezuela, un poco de la luz del
Evangelio…
En esta oportunidad un texto del Evangelio ayudará
a complementar la reflexión: Marcos
5,1-20. Encuentro con la persona de Jesús que alienta y recrea el modo de
restaurarnos en el ámbito educativo y en contexto de era digital. Siempre
enmarcada en sus coordenadas: sus palabras y gestos.
De poseídos a
anunciadores de la acción de Dios
Vivir entre sepulcros gritando y gobernados por
fuerzas internas descontroladas resulta ser el triste panorama que por años nos
envuelve en el país. No hay orden ni claridad, además la creencia en el
imaginario común es que esto es normal.
Hay violencia e impera el caos aunque se intente aparentar estableciendo
estructuras o dinámicas de funcionamiento que lo oculten o den por permitido.
Sin embargo, lo que hay de humanidad y que jamás
deja de serlo es precisamente lo que hace que reconozca Jesús como el ser
humano por excelencia, y que, sin él y su referencia a él, no hay acción que
revierta tanto mal y tanta desidia. Es necesario volver a Jesús, buscarlo,
salir a su encuentro, independientemente de cual sea el estado actual. Es más, andando entre sepulcros tendríamos
que procurar y procurarnos estar con Él. Algo que nos haga salir del
ensimismamiento sumiso y dejar que la fuerza de Su Espíritu sea la que poco a
poco haga retomar el cauce. Sólo con su
Espíritu podemos reconocer que falta su presencia en nuestras vidas. Sólo con
su Espíritu apreciamos su presencia porque toca estar de rodillas reconociendo
su señorío. Y aunque tomen voz las fuerzas internas descontroladas y de manera
inapropiada, permanecer de rodillas. Porque es Él quien puede dar orden y
serenidad al mundo interior y convulso de todo hijo abatido por el yugo de la
vida controlada por la injusticia. Pues el mal reconoce al bien como amenaza.
Hacer presente a Jesús de Nazaret, más allá de
conformarse con ser un colegio católico, supone afianzar la fe férreamente en
Él. Preguntar sobre aquello que nos habita, dejar que cada quien nombre sus
fuerzas internas identificadas o no, que al parecer suelen ser muchas, y
hacerlo de tal manera que sólo brille la misericordia de Dios aconteciendo
empezando por el modo de acercarse, de estar y de escuchar. Modo de frenar
tantas expresiones que lejos de humanizar, animalizan la cotidianidad. Porque
el mismo ser humano tecnológico es el mismo ser humano espiritual, reconociendo
que ya comunicar no se debe entender como transmitir sino como compartir-se.
Escuchar a Dios
donde la vida clama…
De hecho, hace tiempo el lugar donde hace vida el
Colegio Santo Ángel lo caracteriza la violencia. Ya no es sólo el pueblo
dormitorio de personas con jornadas laborales en la capital del país. Ahora es
conocido como foco de violencia y delincuencia de la peor. Lugar de violencia y anarquía. Quienes
dirigen la vida de la comunidad son bandas ‘dueños’ de sectores y, ay de aquél
que se atreva a alzar y/o invadir su territorio. Son ellos los que mandan, ni los cuerpos de
seguridad ni organismos del Estado pueden con sus acciones: o se les suman y
hay más degradación social o hacen caso omiso.
Por eso, el hecho de considerar difícil la tarea de entronizar la vida
nuevamente en estos lares y junto a esto proponer una educación de calidad e
innovadora, es el punto clave que nos hace mirar el entorno y nombrar lo que
hay.
Entonces, se hace evidente la misión de todo ángel
visible y proclamar a los cuatro vientos: “para
Dios no es imposible” (Lucas 1, 37), lo grandioso es pensar y creer que en medio de este reino caótico Dios
se abre paso y atrae a sus aliados.
Porque al ser pueblo pequeño, buena parte de los estudiantes y personal
que labora en el Colegio se encuentran conectados a estos individuos, sea por
vínculos familiares, vecinales o por el hecho de estar arropados por el miedo.
Así, aún en medio de este panorama, precisamos formación, acompañamiento y
experiencias de fe que nos haga madurar y dejar los infantilismos espirituales.
¿Por qué? Porque al fortalecer el espíritu hay posibilidades de no sólo razonar
la fe, sino también de aclarar ideas, pensamientos, sueños que movilicen en
conjunto, no en solitario, deslindarnos de la sumisión y darnos cuenta que nos
necesitamos todos por igual. Ninguno sobra, todos contamos.
Hacer creíble a Jesucristo en medio de nosotros
comenzando por el testimonio personal y comunitario es la tarea. Conectar el
testimonio real inmediato, en la convivencia, para hacerlo real también en el
mundo digital. Dios entre luz, imagen y movimiento será creíble tanto o igual
que lo sea en lo cotidiano. Esto supone, por lo menos, que la gestión y trabajo
en equipo patentice el plan salvífico de Dios en el centro educativo teniendo
como radio de acción cada familia, cada hogar y más allá, de manera que sea la
luz de Cristo la que vaya disipando toda tiniebla, ilumine tantos sepulcros y
libere tantas realidades ‘endemoniadas’.
Por eso el trabajo es arduo y apasionante a la vez.
No es tarea de uno, es misión de todos.
Dicha restauración apunta por revisar nuestros modos de abordar
situaciones diarias, eventuales y extraordinarias. ¿Cómo contribuir a que
Venezuela vuelva a estar ‘sentada, vestida y en su sano juicio’ y que eso no
nos asuste? ¿Acaso el miedo puede hacernos perder la memoria del estado
originario y digno? Porque luego nos tocará ‘contarle todo lo ocurrido’ (Cfr.
Marcos 5,16) Y la educación venezolana, ¿cuándo la podremos ver tal como a Venezuela
‘sentada, vestida y en su sano juicio’ proclamando la alegría del Evangelio
hasta en el mundo digital?
En este punto retomo mi palabra reflexionada en la
que afirmo la necesidad de dos posibles miradas objetivas sobre nuestra
Venezuela y el papel para la Educación. Una que nos haga conscientes del “Alzheimer
social”, caracterizado por la pérdida de memoria (histórica, nacional e
inter-relacional), que ha debilitado la identidad ciudadana, apoyándose en la eterna
promesa mesiánica de siempre: un líder salvador del país. Y la otra, que nos pinta la cara y el alma de
esperanza que con pequeños destellos acontece en lo débil, en lo cercano, en lo
mínimo. Sin dejarnos robar ni la alegría
ni la esperanza
que brota del Evangelio que germina en la resiliencia de los confiados en Dios.
Es decir, restaurar el sentido de institucionalidad en el tejido social y
ciudadano. Institucionalidad que garantiza el derecho y regula el deber. Dejar esa mala costumbre “y que venezolana”
que nos ha llevado al irrespeto ante el carácter institucional de cualquier
instancia al servicio de la ciudadanía. Y desde la pastoral intentar, sin
rendirse, acompañar a cada familia-institución como escuela-institución para
que haya un mínimo de ejercicio ciudadano. Porque es en el hogar, en familia
donde el ciudadano abatido por las fuerzas externas descontroladas, tiene el
sustento de su ser y el sustrato que da consistencia a su mundo relacional. Es
la familia-institución donde nace y crece el ciudadano restaurador de la
Venezuela que queremos ver: “vete a tu
casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha
tenido compasión de ti” (Marcos 5,19)
“En Él vivimos, nos movemos y
existimos” (Hechos 17,28)
En fin, no
se trata de satanizar el mundo digital y quedarnos en eso, sino reconocer la
novedad y las limitaciones para abordarla. Asumir que el internet es una
realidad vital y por tanto, espacio habitado por Dios, sólo que corresponde
visibilizar su acción allí también para hacerlo creíble: “¿Cómo creerán en aquél a quien no han oído?
¿Cómo oirán si nadie les predica?” (Romanos 10,14) La tarea es desde la educación hacerlo y hacernos prójimos para ayudar
y dejarnos ayudar, para crecer juntos y aprender mutuamente, por lo que sugiero
acoger y reflexionar los retos que propone Spadaro en su
artículo:
- Capacidad de buscar y encontrar a Dios.
- El derrumbe de las programaciones.
- Capacidad para testimoniar la fe.
- Capacidad de interiorización.
Entonces
serán expulsado demonios y dignificada cada dimensión que configura la mejor
versión del ciudadano y ser humano que nuestro país necesita…